viernes, 19 de junio de 2009

¿Qué es un mito?
Un mito (relato falso con sentido oculto, narración, discurso, palabra emotiva) se refiere a un relato que tiene una explicación o simbología muy profunda para una cultura en el cual se presenta una explicación divina del origen, existencia y desarrollo de una civilización.
En este contexto, puede considerarse a un mito como un tipo de creencia establecida, habitualmente a través de varias generaciones, con relación a ciertos hechos improbables y sorprendentes que, de acuerdo al mito, han sucedido en la realidad, los cuales no son posibles de ser verificados de manera objetiva. Pero incluso los hechos históricos pueden servir como mitos si son importantes para una cultura determinada.
Clases de mitos
Se distinguen varias clases de mitos:
Mitos teogónicos: Relatan el origen y la historia de los dioses. Por ejemplo, Atenea surgiendo armada de la cabeza de Zeus. A veces, en las sociedades de tipo arcaico, los dioses no son preexistentes al hombre. Por el contrario, frecuentemente los hombres pueden transformarse en cosas, en animales y en dioses. Los dioses no siempre son tratados con respeto: están muy cercanos a los hombres y pueden ser héroes o víctimas de aventuras parecidas a las de los hombres.
Mitos cosmogónicos: Intentan explicar la creación del mundo. Son los más universalmente extendidos y de los que existe mayor cantidad. A menudo, la tierra, se considera como originada de un océano primigenio. A veces, una raza de gigantes, como los titanes, desempeña una función determinante en esta creación; en este caso tales gigantes, que son semidioses, constituyen la primera población de la tierra. Por su parte, el hombre puede ser creado a partir de cualquier materia, guijarro o puñado de tierra, a partir de un animal, de una planta o de un árbol. Los dioses le enseñan a vivir sobre la tierra.
Mitos etiológicos: Explican el origen de los seres y de las cosas; intentan dar una explicación a las peculiaridades del presente. No constituyen forzosamente un conjunto coherente y a veces toman la apariencia de fábulas.
Mitos escatológicos: Son los que intentan explicar el futuro, el fin del mundo; actualmente, en nuestras sociedades aún tienen amplia audiencia. Estos mitos comprenden dos clases principales: los del fin del mundo por el agua, o por el fuego. A menudo tienen un origen astrológico. La inminencia del fin se anuncia por una mayor frecuencia de eclipses, terremotos, y toda clase de catástrofes naturales inexplicables, y que aterrorizan a los humanos.
Mitos morales: Aparecen en casi todas las sociedades: lucha del bien y del mal, ángeles y demonio, etc. En definitiva, los inventos y las técnicas particularmente importantes para un grupo social dado se hallan sacralizadas en un mito. Los ritos periódicos contribuyen a asegurar su perennidad y constituyen de esta forma una especie de seguro para los hombres. Las fiestas a que dan lugar son para los hombres ocasión de comunicarse con las fuerzas sobrenaturales y de asegurarse su benevolencia.
¿Qué es una leyenda?
Una leyenda es una narración oral o escrita, en prosa o verso, de apariencia más o menos histórica, con una mayor o menor proporción de elementos imaginativos.
Pueden ser religiosas, profanas o mixtas, según el tema del cual traten. Las leyendas también pueden ser populares (de formación más o menos espontánea o inconsciente), eruditas o fruto de una combinación de elementos de ambos orígenes. Pueden haber sido inicialmente eruditas y haber conseguido, después, una gran popularidad.
Sin importar la extensión que tenga -aunque por lo general es corta- el rasgo que la define es su tema. La leyenda siempre es un relato que pretende explicar un fenómeno natural -como las tempestades, los lagos, los terremotos-, contando una historia fantástica. Como ejemplo, la leyenda de la Laguna del Inca, de intenso color verde, dice que en el fondo de sus aguas está enterrado el cuerpo de una princesa inca, cuyos ojos eran de ese color, quien murió el día en que acababa de casarse.
Su dolido esposo no quiso enterrarla, sino dejarla allí, y cuando lo hubo hecho, las aguas transparentes se tornaron del color que conservan hasta hoy. Como en toda leyenda, esto pasó hace muchísimo tiempo, y la narración fue pasando de boca en boca, de generación en generación, hasta que alguien acertó a escribirla. Por esto decimos que las leyendas se originan en forma oral u escritas.
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La Leyenda de San Nicolás (Santa Claus)
Las bases de esta leyenda son muy antiguas y dioses ancestrales como Odin, Thor y Saturno, de la mitología escandinava los primeros y el último de la mitología latina, son posibles influencias. Sin embargo, quien verdaderamente contribuye a la formación de su leyenda es una persona real, el obispo San Nicolas de Myra, del siglo cuarto.
Este obispo se hizo legendario por su bondad y generosidad para con los demás. Aparentemente, todo se origina con la historia de tres doncellas pobres, que no tenían dote para casarse. Su padre en la deseperación estaba a punto de vender a una de sus hijas como esclava para conseguir el dinero necesario para que las otras dos se casaran.
Cuando el obispo se entero de la desgracia de esta familia, en silencio, en la noche, y por la ventana abierta de la casa de las jóvenes hecho tres bolsas llenas de oro. Por casualidad, éstas entraron en las medias de las muchachas.
Así nació la historia de que un ser bondadoso daba regalos y los dejaba en las medias de todos.
Posteriormente, los grupos más marginados y más necesitados de Myra, como los huérfanos y los marineros hicieron a San Nicolás su santo patrono, pues su bondad se había vuelto ya reconocida. Muchos pronto buscaban en este buen obispo la protección y la guía que les hacía falta. Y pronto la leyenda se extendió por todo el norte de Europa. Rusia y Grecia también lo convirtieron en su patrono, así como los niños, los estudiantes, e incluso los ladrones.
De esta manera, San Nicolás fue tomando dimensiones míticas, y ahora era un santo que premiaba las buenas acciones y castigaba las malas. Después de su muerte, en un 6 de diciembre, se siguió celebrando esa fecha, y así surgió aparentemente la Navidad medieval. Ese día, todos sacaban comida para el santo y paja para sus caballos, y a la mañana siguiente, los niños obedientes encontraban que la comida y la paja habían sido intercambiados por lindos juguetes y regalos.
Fue entonces, cuando se originó verdaderamente la costumbre de intercambiar regalos en nombre de la fraternidad y la solidaridad.
Ahora esta celebración, tiene muchos matices culturales, y como dijimos viene de épocas muy antiguas. En Roma tenían las fiestas saturnias, que eran en diciembre, cuando festejaban la fertilidad y después se daban regalos también por el año nuevo.
De igual forma, cuando la cristiandad se afianzó en el mundo, la natividad o nacimiento de Cristo se empezó a celebrar en diciembre para que calzara con varias festividades paganas, y poder atraer nuevos creyentes. Así la influencia cristiana es una de las más fuertes en esta leyenda, tanto que en algunas partes de Alemania y en muchos países de América Latina, el que trae los regalos es el Niño Dios o Jesús, o por ejemplo en España que celebran más la llegada de los Reyes Magos, y los regalos que estos le dieron a Jesús cuando nació en el portal de Belén.
Después la celebración fue perdiendo poco a poco su significación religiosa y se mezcló con otras tradiciones y en el siglo XVI, después de la Reforma Protestante las festividades y símbolos cristianos fueron eliminados, pero la gente que ya se había acostumbrado a celebrar el espíritu navideño quizo continuar con la tradición, por lo que quitaron las significaciones religiosas y formaron un portador de regalos que fuera independiente de la religión, pero conservando las cualidades espirituales.
Cuando llegaron a América los diversos pueblos inmigrantes trajeron consigo muchas creencias, en especial las relacionadas con la Navidad. Los escandinavos llevaron a los duendes que daban regalos, los alemanes trajeron el árbol decorado y Belsnikle y Christnikle, ayudantes de San Nicolas, y los irlandeses, su costumbre gaélica de encender una candela en la ventana.
En el siglo XVII, los alemanes presentaron a su Sinterklaass (refiriéndose a San Nicolás) a las colonias. Los niños realmente encantados adoptaron esta creencia y la llamaron Santy Claus, por fonética. Con los años el nombre evolucionó a lo que hoy conocemos como Santa Claus (San Nicolás).
En 1808, el escritor norteamericano Washington Irving escribió una sátira titulada "La historia de Nueva York desde el principio del mundo hasta la caída de la Dinastía Alemana de Diedrich Knickerbocker". En este texto el escritor se imaginó a un San Nicolás que andaba en un vagón tirado por caballos, por las cimas de los árboles dejando caer los regalos por las chimeneas.
Después en 1822, el Dr. Clement Clarke Moore retomó el tema y escribió Una Visita de Santa Claus, mejor conocida como La Noche antes de Navidad. Aquí le agregó un ingrediente más escandinavo y cambió los caballos por renos. Además mucho de lo que conocemos como características clásicas de Santa las creó él. Por ejemplo, la risa, su nariz y su aire bonachón vienen de este hermoso poema.
Durante un tiempo, la apariencia de Santa fue interpretada por muchos hasta que en 1863, un inmigrante alemán, Thomas Naast trajo consigo una imagen del personaje que fue aceptada por todos, pues suavizó la imagen rígida y eclesiástica del anterior. Poco tiempo después se le solicitó que ilistrara el poema de Moore, y así se llegó al simpático gordito con traje rojo que hoy maravilla a todos los niños. Naast además es el responsable de que Santa viva en el Polo Norte.
En 1931, el artista gráfico Haddon Sundblom y otros publicistas que trabajaban para la Coca Cola Company, terminaron de hacer un diseño con proporciones humanas y ese toque de abuelito tierno. El color llamativo y los ojos brillantes del Santa de Sundblom fue el que terminó por conquistar a grandes y a chicos alrededor del mundo.
Como vemos, la figura de San Nicolás se construye como una aglomeración de muchas costumbres y tradiciones de diversas culturas. Su carácter bondadoso y espiritual encierra la inocencia carcaterística de los niños indiferentemente de a cuál pueblo pertenezcan.
San Nicolás es sólo un ejemplo de cuán vinculados estamos todos los seres humanos y de que a pesar de las diferencias, si realmente lo queremos podemos ponernos de acuerdo. Sólo necesitamos pensar en algo encantador como la Navidad.Leyenda
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Leyenda es una narración oral o escrita, con una mayor o menor proporción de elementos imaginativos y que generalmente quiere hacerse pasar por verdadera o basada en la verdad, o ligada en todo caso a un elemento de la realidad. Se transmite habitualmente de generación en generación, casi siempre de forma oral, y con frecuencia experimenta supresiones, añadidos o modificaciones.
Contenido[ocultar]
1 Etimología y características
2 Descripción
3 Las leyendas en España
4 Bibliografía
5 Véase también
6 Enlaces externos
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Etimología y características [editar]
Leyenda viene del latín legenda («lo que debe ser leído») y es en origen una narración puesta por escrito para ser leída en voz alta y en público, bien dentro de los monasterios, durante las comidas en el refectorio, o dentro de las iglesias, para edificación de los fieles cuando se celebra la festividad de un santo. En las leyendas la precisión histórica pasa a un segundo plano en beneficio de la intención moral o espiritual (en las hagiografías o leyendas hagiográficas o piadosas, cuyo más conocido testimonio es La leyenda dorada de Jacopo della Vorágine).
Ese es el significado que da a la palabra el maestro Gonzalo de Berceo, cuando en Milagros de Nuestra Señora habla de "todas las leyendas que son del Criador" y en otros pasajes, aunque también se refiere ocasionalmente a leyendas de forma más general; en otros autores el significado de la palabra se extiende a lecturas no solamente piadosas. Su significado posterior se profaniza como lectura de algo no ajustado estrictamente a la historia y con valor poético. Durante el Romanticismo, la leyenda se vuelve sinónima de lo conocido en el siglo XIX como "tradición popular".
En literatura, una leyenda es una narración ficticia, casi siempre de origen oral, que hace apelación a lo maravilloso. Una leyenda, a diferencia de un cuento, está ligada siempre a un elemento preciso (lugar, objeto, personaje histórico etcétera) y se centra menos en ella misma que en la integración de este elemento en el mundo cotidiano o la historia de la comunidad a la cual pertenece. Contrariamente al cuento, que se sitúa dentro de un tiempo ("érase una vez...") y un lugar (por ejemplo, en el Castillo de irás y no volverás) convenidos e imaginarios, la leyenda se desarrolla habitualmente en un lugar y un tiempo precisos y reales; comparte con el mito la tarea de dar fundamento y explicación a una determinada cultura, y presenta a menudo criaturas cuya existencia no ha podido ser probada (la leyenda de las sirenas, por ejemplo). Durante el Romanticismo la leyenda se escribía por autores conocidos en prosa o verso en diversas colecciones; sus autores más celebrados fueron en ese siglo Ángel de Saavedra, José Zorrilla, Gustavo Adolfo Bécquer y José Joaquín de Mora

Descripción [editar]
Una leyenda está generalmente relacionada con una persona, una comunidad, un monumento, un lugar o un acontecimiento cuyo origen pretende explicar leyendas etiológicas. A menudo se agrupan en ciclos alrededor de un personaje, como sucede con los ciclos de leyendas en torno a Robin Hood, el Cid Campeador o Bernardo del Carpio.
Las leyendas contienen casi siempre un núcleo básicamente histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios imaginativos. La aparición de los mismos puede depender de motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones (la llamada etimología popular, por ejemplo) o exageraciones, o bien de la acción consciente de una o más personas que, por razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original.
Cuando una leyenda presenta elementos tomados de otras leyendas hablamos de "contaminación de la leyenda".

Las leyendas en España [editar]
España fue un verdadero crisol para las leyendas; se mezclaron en la Península Ibérica tradiciones muy disímiles: célticas, ibéricas, romanas, visigodas, judías, árabes (y con los árabes, las tradiciones indias) en las más diversas lenguas.
Infinidad de leyendas aparecen en el Romancero y, a través de él, en el teatro clásico español. Un verdadero vivero de leyendas es la obra de Cristóbal Lozano y la novela cortesana del Barroco. Numerosos escritores eclesiásticos compilaron leyendas y tradiciones piadosas en distintas colecciones, la más conocida de las cuales, pero no la única, es el Flos sanctorum. Pero es solamente en el siglo XIX cuando los románticos empiezan a experimentar algún interés por recogerlas, estudiarlas o incluso imitarlas. En 1838 se publican ya unas Leyendas y novelas jerezanas; en 1869, 1872 y 1874 aparecen ediciones sucesivas de unas Leyendas y tradiciones populares de todos los países sobre la Santísima Virgen María, recogidas y ordenadas por una Sociedad Religiosa. En 1853 Agustín Durán, que había ya publicado los dos tomos de su monumental Romancero general o colección de romances castellanos (BAE, t. X y XVI), publicó la Leyenda de las tres toronjas del vergel de Amor. Ángel de Saavedra, duque de Rivas, cultiva el género de la leyenda en verso y Fernán Caballero traduce leyendas alemanas y compila y reúne colecciones de las españolas. Las de Gustavo Adolfo Bécquer, tanto las publicadas como las recopiladas póstumamente, son de las más expresivas en prosa, pero tampoco desmerecen las leyendas en verso de José Zorrilla y de José Joaquín de Mora. Tras Washington Irving, el arabista Francisco Javier Simonet publicó en 1858 La Alhambra: leyendas históricas árabes; José Lamarque de Novoa publicó Leyendas históricas y tradiciones (Sevilla, 1867); Antonia Díaz Fernández de Lamarque, Flores marchitas: baladas y leyendas (Sevilla, 1877); Manuel Cano y Cueto se ocupó de las leyendas sobre Miguel de Mañara (1873), y a estos nombres habría que añadir otros muchos no menos importantes, como María Coronel, Josefa Ugarte y Casanz, Teodomiro Ramírez de Arellano, José María Goizueta etcétera. En 1914 el importante centro de estudios folclóricos que era entonces Sevilla auspició la traducción de La formación de las leyendas de Arnold van Gennep. En 1953 supuso un hito la aparición de la Antología de leyendas de la literatura universal por parte del filólogo Vicente García de Diego, con un denso y extenso estudio preliminar y una selección de las mejores leyendas españolas agrupadas por regiones, y de otros países de todo el mundo. La última contribución importante a estos estudios es sin duda la de Julio Caro Baroja, un gran estudioso de la literatura de cordel, De arquetipos y leyendas (Barcelona: Círculo de Lectores, 1989)

Bibliografía [editar]
Joaquín Álvarez Barrientos y María José Rodríguez Sánchez de León, con la colaboración de Ricardo de la Fuente Ballesteros, Diccionario de literatura popular española. Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1997.
Antología de leyendas. Estudio preliminar, selecc. y notas de Vicente García de Diego. Barcelona, Labor, 1953, 2 vos. Contiene leyendas de España divididas por regiones y de Yugoslavia, Grecia, Turquía, Bulgaria, Rumanía, Polonia, Finlandia, Rusia, Inglaterra, Irlanda, Nórdicas, Suecia, Alemania, Fenicia, Caldea, Armenia, Media, Persia, India, Tíbet, China, Japón, Java, Nueva Guinea, Argentina, Bolivia, Colombia, Brasil, México, Cuba, Canadá, Marruecos, Egipto, Nigeria, bantúes, talmúdicas, gitanas. Reimpreso sin las notas ni la documentadísima introducción en Barcelona: Círculo de Lectores, 1999.

La Leyenda de la Llorona

L as versiones del origen de esta mujer son muy variadas, desde antes de la llegada de los españoles se comentaba que era la diosa Cihuacóatl, quien aparecía elegantemente vestida y en las noches gritaba y bramaba en el aire, su atuendo era blanco y el cabello lo tenía dispuesto de forma tal que, aparentaba tener cuernos en la frente. Otros aseguraban que era Doña Marina, o sea la Malinche quien, arrepentida de traicionar a los de su raza, regresaba a penar.
Con la conquista estas versiones sufrieron ciertas modificaciones alegándose que era una joven enamorada que había muerto un día antes de casarse y traía al novio la corona de rosas que nunca llegó a ceñirse; otras veces era la viuda que venía a llorarle a sus hijos huérfanos, o la esposa muerta en ausencia del marido a quien venía a darle el beso de despedida; o la desafortunada mujer, vilmente asesinada por el celoso marido apareciéndose para lamentar su triste fin y confesar su inocencia.
Sea cual fuere su origen se dice que en tiempos de la colonia, a mediados del siglo XVI, los habitantes de la Ciudad de México se retiraban a sus casas sonando el toque de queda dado por las campanas de la primera catedral, a media noche y principalmente cuando había luna llena, despertaban espantados al oír en la calle unos tristes y lánguidos gemidos lanzados al viento por una mujer.
Las primeras noches, los vecinos sólo se santiguaban argumentando que los lamentos eran de una ánima del otro mundo, pero la situación fue tan insistente que la gente más despreocupada o atrevida, salía a cerciorarse qué era aquello, primero lo hicieron desde las puertas o ventanas, después algunos se animaron a salir y lograron ver a quien lanzaba tan lastimeros gemidos.
La mujer que vestía una ropa blanquísima y se cubría el rostro con un velo, avanzaba con lentos pasos recorriendo las calles de la ciudad sin faltar una sola ocasión a la plaza mayor donde, viendo hacia el oriente e hincada daba el último y languidísimo lamento, una vez puesta en pie, continuaba con paso lento y pausado hasta llegar a la orilla del lago donde desaparecía.
La Ciudad y sus Leyendas


¿Adivina quién es? El acantilado era muy alto, plano y pedregoso, el mar curvilíneo rompía hasta que las brumas borraron el paisaje a lo lejos. Respiró la última brisa salina que pasó, dio media vuelta y volvió hacia el camino que llevaba a su árbol.Las huellas de sus pisadas quedaban detrás de sí en la tierra humeda. Al oir que las hierbas del costado se movieron, zigzageantes tras el paso de una serpiente, se detuvo agachándose y afinando sus sentidos. La dejó marchar sin más.
Siguió su camino, reina y señora de sus tierras hasta su árbol. Sus hijos la vinieron a recibir, alegres y juguetones. Como tenían un hambre voraz, se abalanzaron todos a la vez para ver qué traía de rico. Cada uno de los pequeños tiraba para conseguir una buena tajada de las delicias traídas por su madre. De vez en cuando, ella se enfadaba y parecía decir: "¡Déjame acomodarlo al menos!" Cuando la madre lo permitió, comieron a sus anchas hasta quedar llenos como un globo. Los cuatro críos estaban tan repletos, que no les quedó más remedio que tumbarse a descansar. Feliz de haber alimentado a su prole, subió muy ágilmente al arbol, olió el aire, se estiró satisfecha y siguió, como siempre, ese ritmo pendular que la caracteriza. Barrió con su mirada la vasta planicie de su territorio hasta llegar a donde yacían sus pequeñuelos, durmiendo unos encima de otros en revuelta armonía.
Antes de dejarse llevar por el sueño, bajó para estar aun más cerca de sus cachorros, acomodándose a la sombra del árbol, se recostó sobre su brazo izquierdo, dejando así a sus cuatro vástagos delante de su vientre, para protegerlos de todo mal, como madre pantera que es.